28 abril 2018



REGALITOS DE LA VIDA

No creo en el destino.

Me resulta difícil imaginar que cada uno de nosotros tenemos un final ya marcado, 

que todo lo que nos ocurrirá con el paso de los años ya tiene un guion cerrado.

Creo en la suerte, el azar y lo inesperado.

Creo en lugares desconocidos que se convierten en refugios adorados.

Los míos son los teatros.

Creo en la existencia de momentos maravillosos no planeados, 

tanto que los repasas constantemente con la esperanza de nunca olvidarlos. 

A veces tan rocambolescos que parecen planificados por un duende que

a escondidas vela por alegrar tu aburrimiento diario. 

Esos momentos me los da el teatro.

Cuando un actor fija su mirada en la mía, 

hace que sufra por su emoción y su llanto, 

me guiña un ojo, me sonríe o me pregunta algo desde el escenario,

de repente me convierte en un animal que devora lo representado.

Y consigue transformarme en un ser vulnerable y amado. 

Y sus silencios me hablan,

su voz me toca,

su pulso llega a mi pecho, 

y tiemblo y me vuelvo de barro.

Creo en las personas que la casualidad coloca a tu lado. 

¿Dije "la casualidad"?, 

perdón, quise decir el teatro.

Y mientras el teatro esté cerca,

seguiremos improvisando.


Fotografía de Mathias Mahling 
@glory.of.disrepair en Instagram



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