16 julio 2019

EL CASTIGO SIN VENGANZA


EL CASTIGO SIN VENGANZA




El castigo sin venganza, de Lope de Vega, versión de Álvaro Tato y dirección de Helena Pimenta ha sido, sin ninguna duda, la mejor representación que he visto de un clásico. Y es que escuchar a Lope, con el cielo de Almagro por techo (Teatro Adolfo Marsillach), no tiene precio. 


El elenco es para aplaudir hasta cansarse. El Duque de Ferrara, al que da vida Joaquín Notario, es enorme en todas y cada una de las aristas del personaje. El conde Federico, interpretado por Rafa Castejón, es magnífico al transmitir el verso. Sus palabras se impregnan de amargura por el silencio guardado ante el amor que esconde.


" Tú me engañas, yo me abraso,
tú me incitas, yo me pierdo,
tú me animas, yo me espanto,
tú me esfuerzas, yo me turbo,
tú me libras, yo me enlazo,
tú me llevas, yo me quedo,
tú me enseñas, yo me aparto, 
porque es tanto mi peligro 
que juzgo por menos daño
-pues todo ha de ser morir- 
morir sufriendo y callando-."


La amargura se amalgama con la dulzura al revelarle a su madrastra Casandra (Beatriz Argüello) el deseo que  por ella siente, a través de uno de los textos más bellos escritos por Lope.

"En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos y sin Dios:
sin Dios por lo que os deseo,
sin mí porque estoy sin vos,
sin vos porque no os poseo."


Una Aurora herida y despechada por el desdén del conde. Maravillosa Nuria Gallardo, como siempre.


Un Batín excepcional creado entre humor e inteligencia. Estupendo también Carlos Chamarro.


Y resto de actores impecables, todos con un trabajo a la altura del espectáculo, todos pieza clave para que la obra se desarrolle igual que una máquina perfecta.


Qué decir ya de la escenografía, iluminación y vestuario. Grandes paredes de gasa, luces y sombras para definir momentos de escucha y traición. Espejo que cae para mostrar las dos caras ante el adulterio. Plataforma giratoria, sillón de barbero. Botas de cuña alta, tirantes y negros. Vestidos sobrios para Casandra, pero no por ello menos bellos. Todo sumado a los momentos en que la música y el canto en directo, refuerzan escenas que crean nudos en la garganta.


El teatro, a veces, ofrece momentos que cautivan, representaciones inmensas que te sumergen en un mar oscuro lleno de sensaciones, para mí, muy parecidas al amor (si es que no lo es). Sí, no encuentro otra manera de definir instantes tan bellos e intensos. Entonces, vivir para disfrutar de lo que ante ti acontece, es un privilegio. Respeto y agradezco lo ofrecido, enormemente, y a ser posible, repito. Como lo he hecho esta vez, y volvería a hacerlo una tercera sin dudarlo. 



De nuevo en el Teatro de la Comedia (Madrid) del 6 de noviembre al 22 de diciembre. 

¡Vayan! y salgan del patio de butacas con el alma satisfecha y el pecho lleno de caricias.