24 noviembre 2017

MOSCA


MOSCA
de Sudhum Teatro
Dirección: Gustavo del Río
Dramaturgia: Gustavo del Río y Virginia Rodríguez
Reparto: Fernando de Retes, Fátima Domínguez y Luciana Drago



 "Mosca" cuenta la dolorosa historia de Pedro, un niño de 10 años, que debido a su orientación sexual, sufre el acoso de algunos de sus compañeros de colegio. "Algunos" porque aunque el agresor sólo sea uno, los que hay alrededor y callan, en cierta medida también lo son. Al principio la situación no parece aparentemente alarmante, sino más bien rara. Pedro es un niño muy sensible. Su padre culpa al flequillo del chaval de su herida en el codo, "¡si es que no ves por dónde vas con ese pelo tan largo que llevas!". La madre sólo lo nota algo más nervioso de lo habitual, "se muerde las uñas", piensa. "¡Él es nervioso!", justifica el padre, quien apenas puede estar con el chico por la cantidad de horas que debe pasar conduciendo el taxi.  Ninguno de ellos imagina el calvario que el pequeño pasa día tras día al ir al colegio. La falta de tiempo para estar juntos y la poca comunicación tampoco ayudan.

La representación va narrando hechos que van posicionando a Pedro en una situación cada vez más desagradable y convirtiéndolo en un ser muy vulnerable.

Un estupendo trabajo actoral permite que los continuos desdoblamientos de personajes se entiendan a la perfección, y lo que aún resulta más difícil, que la figura de Pedro se visualice en la mente del público a pesar de que en muchos momentos no aparece físicamente en escena. Vemos a Pedro a través de los ojos y las palabras de su padre, de su madre y de su profesora. Ojos y palabras de angustia ante la visión del sufrimiento padecido por aquel a quién más se quiere. De rabia ante el intento del agredido por disculpar al agresor, a pesar de ser la víctima. De furia por enfrentarse cara a cara con el atacante. De impotencia por querer solucionar y no saber cómo. De pena por no entender cómo pudo estar pasando algo así y nadie darse cuenta.

La escenografía está compuesta por una mesa y varias sillas. La estudiada iluminación hace el resto, sin necesidad de más. El resultado es magnífico. 

La mosca que sobrevuela algunas escenas toma significado (que cada uno interprete porqué la obra se llama "Mosca", porqué la mosca acaba siempre aplastada por una mano, porqué uno de los juegos del patio de recreo también se llama  "Mosca"...)

El fondo negro de la escena está cubierto de notas, iguales a las que Pedro y sus padres van dejándose para comunicarse a lo largo de toda la función (que cada uno interprete qué significan, porqué están allí o qué es lo que posiblemente pone en cada una de ellas).

Este es el fin de ésta obra, lanzar interrogantes para que el espectador se responda a sí mismo.

Del coloquio posterior a la representación que los actores han mantenido con el público (esta vez además profesores y escolares) destacar la capacidad de los jóvenes por preguntarse acerca de lo que vieron (muy inteligentes las interpretaciones de ciertos simbolismos) y querer saber cómo los actores se sienten al interpretarlo (sin duda el camino por el que se adentran para ello es difícil, agotador y da que pensar sobre el esfuerzo que supone. Si tú que lo estás viendo lo estás sufriendo, el que lo está interpretando...)

Esta vez no tocaba reírse, (a pesar de que en varias escenas lo consiguen), pero cuando el teatro te ofrece la posibilidad de reflexionar e intentar ser más empático hay que aprovecharlo y disfrutarlo. Merece la pena, es Teatro Transformador.








  

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